lunes, 9 de enero de 2012

Oración para los momentos difíciles



Señor, ya está aquí la cruz. Y yo me desoriento, y experimento una vez más la impotencia de ser hombre. La oscuridad me rodea, mientras voy buscando a tientas Tu rostro. Te confieso que la prueba se me hace muy dura, demasiado larga esta vez. No puedo más, Señor. No puedo. Ya no estoy seguro de nada, ni estoy para nada. Te veo en la Cruz, pero dudo, y el desaliento hace que me  derrumbe en medio de la noche.

Intento rezar, pero ni eso puedo. Te hablo, pero la oración rebota en las frías paredes del silencio. Sé que estás aquí, que me observas y que me escuchas. Lo sé, y aunque no sienta nada quiero creerlo. Es más, lo creo. Creo en Tu divina Providencia que me prepara para algo que se me escapa.

Te lo entrego todo. Mi pesar, mis miedos, mis sentidos, mi futuro… Ocúpate Tú ahora de mis cosas, de la incertidumbre que ahora ahoga mi alma, tan llena de miserias. Espero sólo en Ti. Sobre todo en este momento en el que no veo ninguna salida. Haz que Tu rostro amanezca pronto en el horizonte de mi confusión. “Te estoy llamando, ven deprisa”.

Señor mío, sin Ti no entiendo lo que me sucede, ni sé cómo reaccionar. Sin Ti, ¡es todo tan difícil! Ven, ven pronto, sálvame de mi mismo, no te fíes de mí. Toma mi corazón, dame fuerza y valor, y líbrame de mis inquietudes e iniquidades. Ante Ti quiero humillarme y ofrecerte lo que soy. Es decir, nada. Creía que podía algo por mí mismo, y ya me ves, cada día que pasa soy más atolondrado.

A pesar de las tinieblas Te pido el don de la alegría. A pesar de las dificultades y del sufrimiento Te quiero más que nunca y espero sólo en Ti. Por favor, no me dejes. Ayúdame a sacar fruto abundante de este momento difícil. No dejes que caiga en la tristeza o en la angustia. No entiendo, no puedo…, pero soy hijo Tuyo. Líbrame pues de esta contrariedad. Si quieres, si lo ves conveniente.

Y hasta que ese momento llegue quiero abandonarme a ella, seguir Tu ejemplo redentor, abrazándome a Tu Cruz, junto a María. Porque ya no quiero ni deseo otra cosa que no sea Tu voluntad. Para resucitar siempre a la misericordia de Tu amor infinito.

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