domingo, 10 de mayo de 2009

El misterio de la epidemia de 1832 en Francia y la Medalla Milagrosa


El cólera mató a 100 mil personas en Francia, pero quienes portaban la medalla no morían

Ahora que los países temen que la epidemia de influenza A H1N1 (o gripe porcina), recordamos la epidemia de cólera que azotó a Europa, particularmente a Francia, donde causó 100 mil muertes, y los misteriosos sucesos en torno a la Medalla Milagrosa.

La historia comienza con unas apariciones que experimenta Santa Catalina Labourré, nacida el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña, Francia, quien entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad (de la congregación de San Vicente de Paúl) el 22 de enero de 1830. Es en el noviciado de París, en la Rue du Bac 140 donde se producen una serie de apariciones, primero de San Vicente de Paúl y después de la Virgen María, quien le pide que su congregación produzca medallas según ciertas características, que después se conoció a este modelo de medalla como la “Medalla Milagrosa”.

Cuando en 1832 llega del Este de Europa la epidemia de cólera, produjo 100 mil muertes en este país. Para entonces, la medalla recién comenzaba a distribuirse.

.........Reverso de la medalla

Los miembros de la congregación que comenzaron a llevar la medalla no contraían el cólera, pese a que se dedicaban a socorrer a los enfermos, lo cual pronto se conoció y crecieron por miles las personas que la llevaban y se multiplicaron las cartas que atestiguaban protección desde diversos países. Algunos ejemplos:

En la escuela de la plaza de Louvre, la pequeña Caroline Nenain (ocho años), de la parroquia de Saint Germain Auxerrois, única en su clase que no llevaba la Medalla Milagrosa, es también la única alcanzada por el cólera. Al día siguiente recibe con gran piedad la Medalla Milagrosa, y la niña, curada, vuelve a la clase.

En la diócesis de Meaux, una señora alcanzada por el cólera, ya desahuciada, y en vísperas de dar a luz, recibe una Medalla Milagrosa: nace una bella y saludable niña, y su madre se ve totalmente curada.

Conversión de un militar. A punto de fallecer, un militar de Alenon respondía con blasfemias e insultos a todos los incitamientos a la conversión que le dirigían el capellán y las religiosas: "A vuestro Dios no le gustan los franceses: decís que El es bueno y me ama, pero si así fuese ¿cómo me dejaría sufrir de este modo? No necesito vuestros consejos, ni de vuestros sermones." A medida que se aproximaba la muerte, se multiplicaban las imprecaciones. Cuando nadie ya esperaba su conversión, seis días después de que una monja le hubiese prendido en el lecho, sin que él se diera cuenta, una Medalla Milagrosa, el militar declara: "No quiero morir en el estado en que me encuentro; pidan al sacerdote que haga el favor de oírme en confesión." En medio de terribles tormentos, murió con serenidad afirmando: "Lo que me causa pesar es haber amado tan tarde, y no amar mucho más."

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